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🔶 Dificultad 🔶
Progresión del nivel fácil al difícil
En el entrenamiento de fútbol base, la planificación de los ejercicios debe seguir un criterio de progresión que permita a los niños avanzar desde tareas simples hasta dinámicas más complejas. Este enfoque asegura un aprendizaje sólido, evita la frustración y potencia el desarrollo integral del jugador.
En las primeras etapas se recomiendan ejercicios fáciles, centrados en el control y la familiarización con el balón. Conducciones en espacios amplios, pases cortos o juegos de coordinación motriz con balón son ideales para mejorar la técnica básica y la confianza del niño.
Una vez asentados estos fundamentos, se introducen ejercicios de nivel intermedio, donde la dificultad aumenta progresivamente. Aquí entran en juego las acciones combinadas: circuitos con cambios de dirección, rondos en grupos pequeños, finalizaciones tras conducción o tareas de reacción ante estímulos. Estos ejercicios favorecen la toma de decisiones, la anticipación y la visión de juego.
En etapas avanzadas, los ejercicios difíciles deben simular situaciones reales de partido. Ejemplos de ello son los juegos de posesión bajo presión, los contraataques en inferioridad/superioridad numérica o las transiciones rápidas defensa-ataque. Estos entrenamientos buscan trabajar la velocidad de ejecución, la precisión técnica y la capacidad táctica.
Es fundamental recordar que la progresión no depende solo de la edad, sino también de las cualidades individuales de cada niño: coordinación, fuerza, resistencia, capacidad cognitiva y madurez emocional. El mismo ejercicio puede adaptarse con variantes para hacerlo más accesible o más exigente según el perfil del jugador.
Un entrenamiento eficaz en fútbol base no consiste en imponer la misma carga a todos, sino en adaptar la dificultad a las necesidades del grupo y de cada jugador en particular, garantizando así un entorno de aprendizaje motivador, seguro y formativo.


